martes, 16 de septiembre de 2008

Ni de aquí ni de allá...

Y entonces, a punto de estampar mi firma en la hoja estadística de ingreso a Honduras, lo descubrí: irremediablemente, y después de haberlo intentado tanto tiempo en vano, pertenezco a América del Norte. No lo creía, durante tantos años había renegado de mi color, de mi acento y de mi fascinación por las tortillas y el chile para acercarme más al bien amado y deseado american way of life y todo para que un oscuro, triste funcionario de migración me dijera al fin que, después de las penurias y los esfuerzos enconados, era norteamericano. Algo hubo de prodigio en mi rostro que el funcionario me sacó del embeleso agitando el pasaporte frente a mi cara. Regresé de mi ensoñación y miré el mundo con otros ojos, ahora estas tierras de selva alta eran legítimamente mías, podía reclamarlas y erigirme como auténtico propietario y regente de las zonas bananeras de Centroamérica. Estas selvas altas, tropólifas e intertropicales eran ahora mi reino y como tal, mi primera acción fue cederle el paso al amable francés que me sucedía en la fila y ofrecerme a ayudarle con las maletas. Después de todo la propina no me cayó mal para una empanadita y una chichita de naranja.

1 comentario:

M.P. dijo...

norteamericanos. qué extraño suena cuando se refiere a nosotros. Los otros norteamericanos, nosotros que siempre fuimos los otros, ahora somos los otros otros. Siempre sin convenirnos, ni de aqui ni de alla ni del centro ni del norte. los aliens de américa, dios mio. Pero qué bien nos cobraron en las fronteras